TURISMO AL PENSAMIENTO

Por Guido Calderón

 

No solo la cocaína, licores o nicotinas nos generan adicciones. La industria alimenticia crea productos adictivos en base al azúcar, harina blanca y saborizantes como el chédar. Nuestro cerebro es un adicto incorregible al punto que, si no le damos substancias externas, genera sus propias drogas.

 

Una persona que siempre se enoja, es adicta a la adrenalina que le impulsa a exaltarse, gritar e insultar. Si en el trabajo no se enojó, al llegar a casa explotará con un hijo o su pareja. Las personas depresivas convencidas que este mundo es un asco, necesitan cada día una noticia terrible que les dispare el cortisol y el malestar emocional se convierta en el sufrimiento físico que les dé la razón.

 

Las redes sociales superan a las drogas y alimentos en crearnos adicciones que disparan emociones negativas convertidas en palabras, memes o videos, que van de lo apocalíptico hasta condenar a cualquiera que hace u opina algo contrario a nuestras creencias, las cuales sostienen toda la agresividad salvaje que inunda Twiter y las demás.

 

Derrochamos horas viendo videos que detonan nuestros odios más irascibles, miedos más profundos, rechazos más irracionales y los algoritmos nos juntan con personas que explosionan igual; hasta convencemos que todos piensan como nosotros y destrozamos a las minorías, cuando en realidad; somos nosotros parte de infinidad de micro minorías. Las ideologías políticas son el mejor ejemplo, difunden sus creencias de bienestar, pero linchan al que no piensa igual.

 

Identificar nuestros malos pensamientos, impedir que alimenten emociones agresivas que convierten nuestra casa mental en un tóxico basurero, frenaría tanta violencia en todos los géneros y sectores sociales, en un país atrancado en ofensas y acusaciones, mientras la vida se nos va sin la calidad que tanto se ofrece. Tener la razón, producir litros del cortisol y adrenalina que reclaman nuestras adicciones a insultar y juzgar; destroza nuestras vidas, familias y al país./GC

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