TURISMO SUDACA
Por Guido Calderón
Cuando España atravesaba un buen momento económico a mediados de los 90´, empresarios de esa nación vinieron a buscar mano de obra en nuestro país, con atractivas ofertas salariales que muchos aceptaron y fueron la base para la segunda ola migratoria del 2000, cuando la dolarización acabó con la economía especulativa que motivaba a la gente a vender sus casas y vivir de los altos intereses.
Esta migración ya no fue de personal calificado, salió de todo y en pocos años los ecuatorianos nos ganamos una fama desagradable y generamos una corriente antisudaca que se tradujo en racismo, intolerancia y desprecio. Sin embargo, nuestros sucesivos desgobiernos animaron a más compatriotas a migrar a pesar de lo difícil que es obtener una visa a través de oficinas, como la de Quito, que nos tratan como animales, debemos estar a la intemperie así llueva y somos fuente de millonarias ganancias para estos tramitadores extranjeros.
Dos décadas después y un quinquenio gobernado por la izquierda progre, España tiembla ante la posibilidad que los masivos incendios en Francia, se repitan en este país que no tuvo tantos reparos para dejar ingresar masivamente a musulmanes cuyos descendientes, aun naciendo en España, no se sienten hispanos sino árabes, mantienen su idioma, no comen cerdo, odian el cristianismo, sus mujeres se cubren el pelo y crean barriadas exclusivas donde la policía no puede ingresar.
Algo que los ecuatorianos y en general los sudamericanos no hacemos. Simplemente llegamos y nos integramos, hablamos con la z, comemos jamón serrano, vamos a la iglesia católica y los hijos de nuestros migrantes no dicen ser ecuatorianos, sino que se dicen y se sienten españoles; trabajan, tributan y solo se reúnen en ciertas fiestas para comer hornado, sin formar guetos ni áreas excluyentes.
A Ecuador le siguen negando la exención de la visa Schengen, a pesar de que nos adaptamos sin problemas a las culturas europeas y hacemos los trabajos más duros, a diferencia de los musulmanes que no se integran y exigen leyes que blinden su cultura en tierras ajenas.